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martes, 1 de febrero de 2011

Compendio de leyendas

EL CUARTEL DE LOS FEDERALES
María Guadalupe Andrade Palacios

Hace mucho tiempo, en el año 1821, cuando México ya era libre,  los federales tenían su cuartel en pinos para cuando los invadieran, así pudieran protegerse. Un día llegó un señor que era muy elegante y apuesto, el señor se llamaba Eric, vino a entregarle un mensaje a Osvaldo el jefe de los federales, paso el tiempo y Eric se convirtió en federal, fue así que  se encontró a una muchacha muy hermosa que se llamaba Paloma,  quien era la hija de Osvaldo.

Pasaron los años y Eric y Paloma se enamoraron, porque eran tan nobles y se querían. Ella le platicó a Osvaldo para saber si la dejaba andar con Eric y Osvaldo su papá no la dejo , porque cuando hubiera guerra la podrían matar por ser novia de un federal, pasó el tiempo y los federales tuvieron una guerra y mataron a Eric en el cuartel y cuando el papá le contó a Paloma que su amado había muerto, inmediatamente se fue corriendo al panteón a buscar la tumba de Eric, su amado y ella estaba muy triste por lo que decidió irse de la ciudad,  esperando olvidar a su amado.

Dicen que ahora se oye que están marchando en el cuartel de los federales y otros dicen que lo han visto sin cuerpo y que es Eric, el amado de Paloma, se  aparece a las 12:00 de la noche en el cuartel de los federales, esperando encontrar a su amada. 



EL MONJE DEL SOTANO DEL TEMPLO DE SAN FRANCISCO
 Diana Lisset Reyes Guerrero

El Convento de San Francisco de Pinos, fue levantado como los demás de esta región Huachichila, hacia el año de 1610; para civilizar a los chichimecas habitantes de esta región,  de este modo se asentaban a los pueblos para vivir pacíficamente, erigir estos templos era un elemento valioso e indispensable en el proceso civilizador de los Huachichiles, fueron los religiosos principalmente franciscanos  responsables de la pacificación.

Platicaba Don Gilberto Álvarez, un minero oriundo de Pinos, muy serio en su forma de ser, en una ocasión que se encontraba reunido con varios gambusinos, les comentaba que él estaba espantado.  Que un día había bajado por el Tiro de Candelaria hasta el nivel 100 y que había  caminado en un crucero que se encontraba hacia el oriente y caminando más o menos al nivel de la distancia del templo de San Francisco, estando a solas  y en completa  obscuridad empezó a escuchar unos murmullos que le decían;   hijo mío Gilberto, por el amor de Dios salva mi alma, estoy en el sótano del templo de San Francisco.
Decía Don Gilberto que por eso el aspecto que él tenía (cadavérico), obedecía a que continuamente escuchaba esas voces que pedían la salvación de su alma.

Años después Don Gilberto fue contratado como carpintero en la restauración del piso de este Templo, aprovechando esta oportunidad que se le presentaba, busco la entrada del sótano, decía que no batallo nada para encontrarlo, pues las voces lo iban guiando al lugar donde se encontraba la entrada, fue bajando los escalones de uno a uno muy despacio, pues su temor era mucho, cuando llego al último escalón del sótano, encontró en el centro una mesa y una silla y un monje sentado momificado, como leyendo libros antiguos, al voltear hacia los lados, vio muchos cuerpos de indígenas igualmente momificados; lo que lo impresiono también fue que veía muchos valores  (baúles con dinero antiguo, Cristos, candelabros), así como libros, sotanas y otros artículos.  Fue tanto su asombro que salió muy asustado sin tocar nada y dejando todo como lo había encontrado.

Al pasar los años comentaba Don Gilberto que seguía escuchando aun dormido las voces del monje del sótano de San Francisco.  Él creía en su interior, que podría ser el alma de un monje que estaba penando, porque dejo a los indígenas que murieran de hambre y de sed, ya que no los dejaban salir del sótano hasta que se aprendieran los evangelios.

Don Gilberto vivía solo y comía de la caridad de los vecinos, nunca fue ambicioso, encontró muchas minas ricas de oro y las regaló a sus amigos gambusinos, murió en la pobreza dejando como enseñanza que aun teniendo un tesoro en las manos nunca hay que tomar lo que no es nuestro.
El tesoro aun esta en el mismo lugar, hoy en día hay gente que comenta que cuando cambiaron el piso de madera al actual, hubo quien encontró la entrada al sótano, pero nadie se atrevió a entrar.



UN ALMA EN PENA
Galilea  Rodrguez  Orea

Caminamos por las call es de Pinos y al llegar a un lugar nos contaron la siguiente leyenda que quiero relatarles  pues a pes ar de ser triste es muy bonita.

Cuentan que hace 100 años vivía en Pinos una muchacha llamada Matilde, a ella le gustaba bailar, cantar y era muy devota y 2 veces por semana llevaba velas a la iglesia al sagrado corazón de Jesús. Un  día al salir de la iglesia Matilda se quedo en el jardín principal y conoció a Juan un muchacho humilde y guapo. La relación no era bien vista por la familia de Matilda  pues ella era de una buena posición económica, y su tío Ernesto quien estaba a cargo de ella era un sargento muy serio y amargado. A pesar de esto Juan y Matilda se enamoraron y decidieron casarse aun en contra de la familia de ella. Llego el día de la boda, ella se veía preciosa pero estaba triste pues su tío Ernesto se negó a entregarla en el Altar, solo su madre la acompañaba, a Juan se le hizo tarde y su llegada solo para decir:
-Matilda, te amo más que a mi vida pero no podemos casarnos.
-¿Pero porque me haces esto Juan?
-¡Hasta nunca amor mío!
-¡Te esperare toda la vida!

Ella corrió al parque en el mismo sitio donde se conocieron, fue al monumento de Miguel  Hidalgo (1910), y juro no moverse de ahí hasta que su amado regresara. Su tío Ernesto fue a ver a Matilda y le dijo que la boda entre ella y Juan era imposible pues eran primos hermanos:

-Juan es mi hijo lo tuve con una india y mi posición no me permite reconocerlo, pues soy un hombre honorable.
-¡Eres un mal hombre tío, me has matado en vida!

El Sargento al llegar a su casa decidió suicidarse.
Matilda murió en el parque, llena de soledad y de tristeza pues no volvió a saber de Juan.

En ocasiones se ve el espíritu de Matilda caminando por el jardín principal, en el altar de la iglesia y también en la tumba de su tío a quien condenó su desdicha y muerte.


LA HIJA DEL TENIENTE ROCHA
Dinora Guadalupe López Segura

Cuentan que en 1850 vivía la hija de teniente  Rocha,  llamada   María  y a ella le  gustaba  ir a los bailes. Un día  conoció a un   muchacho llamado Iván, le dijo quieres ser mi novia  y ella   le  contestó  que  sí,  pero  su  papá,  el  teniente  Rocha   no   la  iba a  dejar   salir    e  Iván  contestó,     no   importa y   María   dijo   está  bien  nos   veremos  mañana. Entonces   fue   y   se   dio   cuenta    de   que al   lado   de   la  casa  de  María  vivía   una  bruja,   por   eso    casi   no   iba   a  verla.
Un   día   el   papá   de   María   salió  fuera y  dejo   encargado  a   un   velador  y   ese   mismo  día   Iván     iba   a  verla y  se  dieron   un   beso   y   el   velador   los   vio   y   como   el   teniente  Rocha    estaba   descansando  en   el  mesón   fue   y  le   dijo. Oiga  señor   su   hija   está   con   un   jovencillo    llamado   Iván,  el  teniente  soltó   su yegua, María le dijo a Iván   vete vete, ahí   viene   mi  papá y  como   a la   bruja   le   caía   mal   Iván,   por  eso  traía   su   yegua  y le  aburrían  los   trotados   del   caballo,    se  aburrió   y decidió   embrujar   a    María   para   que   no  la  quisiera  a  Iván   y   al   siguiente   día   le   fueron   avisar  a   Iván   que   María   se estaba   muriendo   de   una  brujería,   Iván   agarró   su   yegua  y se  fue,  el   padre  de  María   no     quería  llevarla al  hospital, mientras   el   teniente   Rocha  iba   a  buscar   una  bruja  Iván  la  sacó  de  las  cobijas y la  montó  en  la   yegua, se la llevó por un   callejón  muy   angostito   y  María   se  cayó   de  la   yegua, entonces  Iván   se   bajo   y  la  levantó,     María  abrió los ojos y le dio   un   beso   a   Iván  y   se   murió   en   sus   brazos.

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